por LILIANA DE RIZ
(disertación en encuentro de la UCR el viernes 28/10 en la Facultad de CC EE, UBA)
Quiero compartir con ustedes algunas reflexiones a propósito del momento político del país y de los desafíos que se plantean a este partido
Celebro el título de este encuentro, "Trabajando juntos por una Argentina con valores", porque éste fue un partido de valores desde sus orígenes. En distintos momentos de nuestra historia, la ciudadanía vio en la UCR el guardián de los principios fundamentales de la convivencia democrática y solidaria. La UCR fue vanguardia de las reformas sociales y fue pionera de la reconstrucción democrática. Los valores de la libertad, de la solidaridad, de la ética pública forjaron la identidad de este partido.
El valor de la libertad como protección de la autonomía de los individuos frente a la sujeción política y de la libertad de la necesidad y garantía de que los individuos tengan los recursos necesarios que hacen a una vida digna. El valor de la ética pública como freno a corrupción y transparencia de la gestión. Libertad, ética pública, solidaridad forjaron su identidad y dieron soporte a tres culturas: la cultura del trabajo, la cultura del esfuerzo y la cultura de la honestidad que forjaron la identidad de las clases medias surgidas al calor de las transformaciones del último cuarto del siglo XIX. Educación, trabajo, esfuerzo y solidaridad son los valores que mantienen viva la trama democrática.
Hoy asistimos al espectáculo de la política convertida en puro intercambio de favores e intereses que la retórica encendida del kirchnerismo pretende enmascarar. Cuando la política se convierte en un juego en el que todo vale y en el que la moral cuenta menos que el resultado, es imprescindible volver a los valores que forjaron la identidad de la UCR. Retomar la idea de un partido de valores para avanzar las ideas, los contenidos, las políticas concretas que los encarnan. Ese núcleo de valores compartidos por las diversas de orientaciones, más moderadas, más reformistas, que conviven en el partido, ofrece el contrapunto a partir del cual precisar las diferencias con el oficialismo y a la vez, la guía que orienta las ideas y las políticas concretas.
Bueno es enfatizarlo: la UCR surgió como un partido de ciudadanos dispuestos a ponerle freno al poder ilimitado en el marco de las instituciones republicanas; ciudadanos unidos por un conjunto de valores compartidos y dispuestos a debatir sus orientaciones a la luz de la opinión pública, sabedores de que la política es negociación de las diferencias, es confrontación y es acuerdo. Hubo rupturas, sucesivas diásporas, caídas del apoyo electoral, pero sobrevive y mantiene, aunque debilitada, una organización en el plano nacional. No es poca cosa comparada con el resto del arco opositor poblado de movimientos de opinión poco estructurados y sometidos a los humores de sus inspiradores y de partidos mono provinciales que compiten en el plano nacional gracias a una generosa legislación partidaria que no existe en ningún otro país de la región y que arroja cifras siderales de partidos.
La idea que algunos intelectuales difunden como novedosa nos dice que ésta es la época de la política después de los partidos, que los partidos hoy son organizaciones obsoletas reemplazadas por las redes sociales, que se han convertido en aparatos al servicio de un liderazgo. Un liderazgo de opinión, así lo denominan, y convierten a las elecciones en campañas basadas en el modelo publicitario de slogans que no importa que sean creíbles, pero sí que se recuerden, como ocurre con la propaganda de los productos en el mercado. Chávez levanta la bandera del socialismo del siglo XXI y confiesa que nunca leyó a Marx. No importa lo que significan, sirven para movilizar…Tampoco se sabe qué es “el modelo” del relato de este gobierno… Esta visión es falaz, desconoce cómo se construye poder para ganar elecciones y cómo se gobierna. Repone la visión ultraliberal que Mijail Ostrogorski propusiera ya en 1902 previendo la burocratización de los partidos- ligas de ciudadanos, cambiantes acorde con los movimientos de la opinión. Algunos escapan de esta visión apelando al papel del líder con la propuesta de un populismo que anula mediaciones entre el jefe y los seguidores. Contra estas dos visiones pos partidos es preciso afirmar que la democracia necesita partidos y necesita liderazgos, necesita partidos aggiornados, capaces de renovarse a la hora de los tiempos y de liderazgos de cambio.
Los partidos no se reducen a movimientos de opinión aunque éstos proliferen y los partidos se debiliten. Los populismos rechazan la idea de partes y proclaman un todo social homogéneo del que quedan fuera los enemigos; son variantes autoritarias que no buscan la igualdad. Los partidos proponen a la sociedad, confrontan y sostienen agendas de gobierno. No me caben dudas de que este país estaría peor sin la UCR
Volver a los orígenes es un buen camino para saber quiénes somos—la identidad se diluye cuando predominan las confrontaciones sobre posicionamientos, los personalismos, el internismo que canibaliza todo esfuerzo y rompe el puente del partido con la sociedad. Se pierde de vista para qué está el partido radical. Saber quiénes somos y qué queremos hacer es requisito indispensable para poder renovar el partido, al mismo tiempo que elaborar alternativas innovadoras que den respuestas a los mismos problemas que el gobierno no resuelve y que esconde sin escrúpulos con la práctica de la mentira sistemática.
Porque el papel de la oposición es inseparable de la formulación de alternativas. Porque ser opositor es tener una visión diferente a la del oficialismo y mejores soluciones concretas para los problemas que aquejan a la gente. Cuando los ciudadanos se preguntan adónde está la oposición y la respuesta suele ser, la oposición brilla por su ausencia, es necesario hacerla presente a través de un mensaje potente, de contenidos que marquen las diferencias con el oficialismo y a la vez, definan un rumbo claro hacia adonde se quiere ir. La crítica al oficialismo es tarea de la oposición siempre que se tenga una alternativa, una propuesta que despierte en la ciudadanía la esperanza de un futuro mejor. Para ponerle freno al gobierno es preciso construir alternativas de poder.
Lo que nos ocurre no es inevitable. En política, cuando esperamos lo inevitable, puede y suele suceder lo inesperado, porque los desenlaces dependen de la acción de los líderes políticos, no son la consecuencia de fenómenos naturales. En el momento político actual, el gobierno se enfrenta a sus errores políticos y a graves problemas de gestión y aguijonea una lógica amigo- enemigo que sólo augura tiempos de violencia.
Un rasgo sobresaliente de este presente es un cambio en el humor social, una fatiga de tanta improvisación e imprevisibilidad y los que se animan a manifestarlo, lo hacen en voz alta en las más diversas situaciones de la vida cotidiana. Vastos sectores de la sociedad han salido del estado de retracción en el que cada quien defiende lo suyo y nadie desarrolla proyectos hacia delante porque el futuro es pura amenaza. La política sale a la calle y estalla en las redes. La corrupción aparece entre las prioridades a combatir en encuestas de opinión Eso es novedad. La inflación, el estancamiento, hacen que la corrupción se perciba como el factor que fagocita la riqueza de todos. Convertir estas circunstancias políticas en una oportunidad para gestar una alternativa de poder es responsabilidad de la UCR. Es preciso encontrar un rumbo y adelantar el futuro. De eso se trata en política. De dar un horizonte hoy reclamado por vastos sectores sociales que no se resignan que el futuro de sus hijos sea solo amenaza.
¿Qué cambios contribuirían a construir una alternativa de poder democrática, republicana y solidaria que interprete el humor social de este tiempo como supo hacerlo la UCR en el 83? La ambición de transformación ya ha comenzado en esta iniciativa que nos reúne hoy, en la concurrencia de dirigentes y militantes locales que mantienen la presencia del partido en la sociedad y que no se resignan a ser vicarios de la política del kirchnerismo.
En primer lugar me parece que es preciso despertar del inmovilismo que propicia la ofensiva oficialista basada en la fórmula menemista de la decisión, el secreto y la sorpresa y hacerlo sin temor a ser acusados de reaccionarios.
La UCR ha sido un partido de líderes, de Yrigoyen a Alfonsín. Hoy la UCR necesita de un liderazgo y de una plataforma susceptible de convencer a vastos sectores sociales y devolverles la esperanza. Un liderazgo convincente para una ciudadanía que durante mucho tiempo se resignó a aceptar que el peronismo, con sucesivos nombres propios, de Perón a Cristina Kirchner, era la única fuerza capaz de gobernar este país, y que la oposición sólo puede gobernar interregnos breves. Creencia que no es inseparable de los dos mitos arraigados en sociedad argentina desde mucho tiempo atrás: uno que dice que la providencia ha sido generosa y por lo tanto, las instituciones cuentan menos. Al compararnos con la avara naturaleza que les tocó a los chilenos, se comprende por qué son más respetuosos de las instituciones que nosotros. El otro mito es que desde el control del timón del estado se puede volver a fundar la Argentina y aunque haya sido fundida muchas veces, el mito subsiste porque los mitos no dependen de la verdad de su contenido. Audacia y cálculo, virtudes del empresario shumpeteriano se trasladan a líderes políticos que gobiernan por encima de la ley amañándola a sus necesidades y a sus deseos. Para desterrar la creencia de que sólo el peronismo sabe gobernar, hay que combatir esos mitos más antiguos Debatir qué tipo de gobierno queremos, qué patrón productivo, qué políticas sociales…
La proliferación de voces y de mensajes a la sociedad, muchas veces inconsistentes- una torre de Babel- no ayudan a recuperar la confianza de una ciudadanía que percibe al partido y a sus dirigentes más preocupados por su sobrevivencia que por resolver los problemas que la aquejan. Un rumbo claro es condición necesaria para que las tendencias refractarias al cambio no predominen dentro del partido.
Liderazgo y plataformas confiables y convincentes suponen un cambio en la el modo en el que el partido se relaciona con la sociedad: es preciso renovar elencos y abrir el partido a los jóvenes, sin retacear la presencia de las mujeres. Para reconstruir lazos con la sociedad hay que modernizar la comunicación del partido para una sociedad de redes, modernizar una cultura apegada a viejas maneras de pensar y de comunicar—tal vez porque aún no se percibe un rumbo claro y una ambición de transformación compartida; tender lazos hacia los sectores sociales más dinámicos y hacia los intelectuales que puedan contribuir a renovar sus ideas; tener generosidad para deponer personalismos en un partido donde los apellidos pesan, pero dicen más acerca de dónde provienen los dirigentes, que hacia adónde van.
La proclamada inclusión social de este gobierno consiste en insertar de manera provisoria a los excluidos sin que las causas de la exclusión se combatan, porque este gobierno reparó, pero no hizo reformas. La peor limitación de los programas de protección social radica en la carencia de una adecuada inversión en infraestructura, educación y salud porque de ese modo, sólo se limitan a volcar más gente a un sistema ya colapsado. Una agenda de reformas que el documento de trabajo de esta jornada ya comienza a delinear es condición necesaria del cambio.
El radicalismo tiene el desafío de ser un partido del cambio y oponer a la utopía regresiva de los Kirchner, una visión de futuro fundada en el progreso social en una democracia republicana y solidaria. Es preciso regenerar la democracia degradada que se delata en el “Vamos por todo”, proclamado por la presidenta. Es preciso cumplir con la Constitución Nacional, y reconstruir las instituciones del estado hoy cautivo de intereses particulares en una democracia prebendaria.
Son los que quieren perpetuarse en el poder, gobernar por encima del congreso adjudicándose una misión histórica que los habilita para manipular las normas y usar el estado como botín de cargos para comprar lealtades, los reaccionarios, los que perpetúan un sistema de privilegios controlado por el estado.
Nuestro sistema político tiene una tradición de gobiernos monocolor, no hay tradición de presidencialismos de coalición como los hay en Chile, Uruguay o Brasil. El fracaso más reciente de la Alianza alimenta la premonición funesta de que las coaliciones electorales duran lo que el tiempo que media hasta el triunfo y se convierte en profecía autocumplida. Para quebrar ese sino es necesario atreverse a cambiar: para provocar el retorno de los votantes desilusionados que abandonaron el partido por otras opciones y para anudar consensos interpartidarios entre las fuerzas políticas que coinciden en la defensa de los valores y las ideas que inspiran las medidas concretas de política de la UCR. Los clivajes que separan a las fuerzas políticas no se definen con banderas abstractas de derecha o de izquierda, se definen con el tipo de gobierno que se quiere, con qué estado, con qué patrón productivo, qué políticas sociales; sólo así se podrá identifican quienes son progresistas y quienes sólo tienen la retórica del progresismo.
Las elecciones parlamentarias que se avecinan responden a una lógica distinta de las presidenciales. Se trata de maximizar la fuerza institucional del partido y construir alianzas en cada distrito para lograr una franja del electorado que de competitividad al partido y permita avanzar en una tarea legislativa que gane la credibilidad en la sociedad. De cara a las elecciones presidenciales de 2015, enhebrar coaliciones electorales que sean a la vez coaliciones de gobierno creíbles tanto por los apoyos como las coincidencias que vertebran, es una responsabilidad de la UCR. Hay que ganar y hay que gobernar. Que la Alianza fracasara no significa que deba abandonarse una estrategia para construir una alternativa de poder en un mapa político fragmentado como el nuestro. Se aprende de los fracasos. Enhebrar una coalición electoral y de gobierno es una empresa pendiente. Construir un presidencialismo de coalición, también lo es. El radicalismo tiene el desafío de mostrar que puede motorizar esa estrategia. Sólo así Argentina entrará en un nuevo ciclo político en el que la creencia en que sólo el peronismo puede durar en el gobierno, será cosa del pasado. Que este encuentro sirva para definir los contenidos y el rumbo de un programa de cambio y poner de manifiesto la ambición de transformación del radicalismo. Muchas gracias.
El valor de la libertad como protección de la autonomía de los individuos frente a la sujeción política y de la libertad de la necesidad y garantía de que los individuos tengan los recursos necesarios que hacen a una vida digna. El valor de la ética pública como freno a corrupción y transparencia de la gestión. Libertad, ética pública, solidaridad forjaron su identidad y dieron soporte a tres culturas: la cultura del trabajo, la cultura del esfuerzo y la cultura de la honestidad que forjaron la identidad de las clases medias surgidas al calor de las transformaciones del último cuarto del siglo XIX. Educación, trabajo, esfuerzo y solidaridad son los valores que mantienen viva la trama democrática.
Hoy asistimos al espectáculo de la política convertida en puro intercambio de favores e intereses que la retórica encendida del kirchnerismo pretende enmascarar. Cuando la política se convierte en un juego en el que todo vale y en el que la moral cuenta menos que el resultado, es imprescindible volver a los valores que forjaron la identidad de la UCR. Retomar la idea de un partido de valores para avanzar las ideas, los contenidos, las políticas concretas que los encarnan. Ese núcleo de valores compartidos por las diversas de orientaciones, más moderadas, más reformistas, que conviven en el partido, ofrece el contrapunto a partir del cual precisar las diferencias con el oficialismo y a la vez, la guía que orienta las ideas y las políticas concretas.
Bueno es enfatizarlo: la UCR surgió como un partido de ciudadanos dispuestos a ponerle freno al poder ilimitado en el marco de las instituciones republicanas; ciudadanos unidos por un conjunto de valores compartidos y dispuestos a debatir sus orientaciones a la luz de la opinión pública, sabedores de que la política es negociación de las diferencias, es confrontación y es acuerdo. Hubo rupturas, sucesivas diásporas, caídas del apoyo electoral, pero sobrevive y mantiene, aunque debilitada, una organización en el plano nacional. No es poca cosa comparada con el resto del arco opositor poblado de movimientos de opinión poco estructurados y sometidos a los humores de sus inspiradores y de partidos mono provinciales que compiten en el plano nacional gracias a una generosa legislación partidaria que no existe en ningún otro país de la región y que arroja cifras siderales de partidos.
La idea que algunos intelectuales difunden como novedosa nos dice que ésta es la época de la política después de los partidos, que los partidos hoy son organizaciones obsoletas reemplazadas por las redes sociales, que se han convertido en aparatos al servicio de un liderazgo. Un liderazgo de opinión, así lo denominan, y convierten a las elecciones en campañas basadas en el modelo publicitario de slogans que no importa que sean creíbles, pero sí que se recuerden, como ocurre con la propaganda de los productos en el mercado. Chávez levanta la bandera del socialismo del siglo XXI y confiesa que nunca leyó a Marx. No importa lo que significan, sirven para movilizar…Tampoco se sabe qué es “el modelo” del relato de este gobierno… Esta visión es falaz, desconoce cómo se construye poder para ganar elecciones y cómo se gobierna. Repone la visión ultraliberal que Mijail Ostrogorski propusiera ya en 1902 previendo la burocratización de los partidos- ligas de ciudadanos, cambiantes acorde con los movimientos de la opinión. Algunos escapan de esta visión apelando al papel del líder con la propuesta de un populismo que anula mediaciones entre el jefe y los seguidores. Contra estas dos visiones pos partidos es preciso afirmar que la democracia necesita partidos y necesita liderazgos, necesita partidos aggiornados, capaces de renovarse a la hora de los tiempos y de liderazgos de cambio.
Los partidos no se reducen a movimientos de opinión aunque éstos proliferen y los partidos se debiliten. Los populismos rechazan la idea de partes y proclaman un todo social homogéneo del que quedan fuera los enemigos; son variantes autoritarias que no buscan la igualdad. Los partidos proponen a la sociedad, confrontan y sostienen agendas de gobierno. No me caben dudas de que este país estaría peor sin la UCR
Volver a los orígenes es un buen camino para saber quiénes somos—la identidad se diluye cuando predominan las confrontaciones sobre posicionamientos, los personalismos, el internismo que canibaliza todo esfuerzo y rompe el puente del partido con la sociedad. Se pierde de vista para qué está el partido radical. Saber quiénes somos y qué queremos hacer es requisito indispensable para poder renovar el partido, al mismo tiempo que elaborar alternativas innovadoras que den respuestas a los mismos problemas que el gobierno no resuelve y que esconde sin escrúpulos con la práctica de la mentira sistemática.
Porque el papel de la oposición es inseparable de la formulación de alternativas. Porque ser opositor es tener una visión diferente a la del oficialismo y mejores soluciones concretas para los problemas que aquejan a la gente. Cuando los ciudadanos se preguntan adónde está la oposición y la respuesta suele ser, la oposición brilla por su ausencia, es necesario hacerla presente a través de un mensaje potente, de contenidos que marquen las diferencias con el oficialismo y a la vez, definan un rumbo claro hacia adonde se quiere ir. La crítica al oficialismo es tarea de la oposición siempre que se tenga una alternativa, una propuesta que despierte en la ciudadanía la esperanza de un futuro mejor. Para ponerle freno al gobierno es preciso construir alternativas de poder.
Lo que nos ocurre no es inevitable. En política, cuando esperamos lo inevitable, puede y suele suceder lo inesperado, porque los desenlaces dependen de la acción de los líderes políticos, no son la consecuencia de fenómenos naturales. En el momento político actual, el gobierno se enfrenta a sus errores políticos y a graves problemas de gestión y aguijonea una lógica amigo- enemigo que sólo augura tiempos de violencia.
Un rasgo sobresaliente de este presente es un cambio en el humor social, una fatiga de tanta improvisación e imprevisibilidad y los que se animan a manifestarlo, lo hacen en voz alta en las más diversas situaciones de la vida cotidiana. Vastos sectores de la sociedad han salido del estado de retracción en el que cada quien defiende lo suyo y nadie desarrolla proyectos hacia delante porque el futuro es pura amenaza. La política sale a la calle y estalla en las redes. La corrupción aparece entre las prioridades a combatir en encuestas de opinión Eso es novedad. La inflación, el estancamiento, hacen que la corrupción se perciba como el factor que fagocita la riqueza de todos. Convertir estas circunstancias políticas en una oportunidad para gestar una alternativa de poder es responsabilidad de la UCR. Es preciso encontrar un rumbo y adelantar el futuro. De eso se trata en política. De dar un horizonte hoy reclamado por vastos sectores sociales que no se resignan que el futuro de sus hijos sea solo amenaza.
¿Qué cambios contribuirían a construir una alternativa de poder democrática, republicana y solidaria que interprete el humor social de este tiempo como supo hacerlo la UCR en el 83? La ambición de transformación ya ha comenzado en esta iniciativa que nos reúne hoy, en la concurrencia de dirigentes y militantes locales que mantienen la presencia del partido en la sociedad y que no se resignan a ser vicarios de la política del kirchnerismo.
En primer lugar me parece que es preciso despertar del inmovilismo que propicia la ofensiva oficialista basada en la fórmula menemista de la decisión, el secreto y la sorpresa y hacerlo sin temor a ser acusados de reaccionarios.
La UCR ha sido un partido de líderes, de Yrigoyen a Alfonsín. Hoy la UCR necesita de un liderazgo y de una plataforma susceptible de convencer a vastos sectores sociales y devolverles la esperanza. Un liderazgo convincente para una ciudadanía que durante mucho tiempo se resignó a aceptar que el peronismo, con sucesivos nombres propios, de Perón a Cristina Kirchner, era la única fuerza capaz de gobernar este país, y que la oposición sólo puede gobernar interregnos breves. Creencia que no es inseparable de los dos mitos arraigados en sociedad argentina desde mucho tiempo atrás: uno que dice que la providencia ha sido generosa y por lo tanto, las instituciones cuentan menos. Al compararnos con la avara naturaleza que les tocó a los chilenos, se comprende por qué son más respetuosos de las instituciones que nosotros. El otro mito es que desde el control del timón del estado se puede volver a fundar la Argentina y aunque haya sido fundida muchas veces, el mito subsiste porque los mitos no dependen de la verdad de su contenido. Audacia y cálculo, virtudes del empresario shumpeteriano se trasladan a líderes políticos que gobiernan por encima de la ley amañándola a sus necesidades y a sus deseos. Para desterrar la creencia de que sólo el peronismo sabe gobernar, hay que combatir esos mitos más antiguos Debatir qué tipo de gobierno queremos, qué patrón productivo, qué políticas sociales…
La proliferación de voces y de mensajes a la sociedad, muchas veces inconsistentes- una torre de Babel- no ayudan a recuperar la confianza de una ciudadanía que percibe al partido y a sus dirigentes más preocupados por su sobrevivencia que por resolver los problemas que la aquejan. Un rumbo claro es condición necesaria para que las tendencias refractarias al cambio no predominen dentro del partido.
Liderazgo y plataformas confiables y convincentes suponen un cambio en la el modo en el que el partido se relaciona con la sociedad: es preciso renovar elencos y abrir el partido a los jóvenes, sin retacear la presencia de las mujeres. Para reconstruir lazos con la sociedad hay que modernizar la comunicación del partido para una sociedad de redes, modernizar una cultura apegada a viejas maneras de pensar y de comunicar—tal vez porque aún no se percibe un rumbo claro y una ambición de transformación compartida; tender lazos hacia los sectores sociales más dinámicos y hacia los intelectuales que puedan contribuir a renovar sus ideas; tener generosidad para deponer personalismos en un partido donde los apellidos pesan, pero dicen más acerca de dónde provienen los dirigentes, que hacia adónde van.
La proclamada inclusión social de este gobierno consiste en insertar de manera provisoria a los excluidos sin que las causas de la exclusión se combatan, porque este gobierno reparó, pero no hizo reformas. La peor limitación de los programas de protección social radica en la carencia de una adecuada inversión en infraestructura, educación y salud porque de ese modo, sólo se limitan a volcar más gente a un sistema ya colapsado. Una agenda de reformas que el documento de trabajo de esta jornada ya comienza a delinear es condición necesaria del cambio.
El radicalismo tiene el desafío de ser un partido del cambio y oponer a la utopía regresiva de los Kirchner, una visión de futuro fundada en el progreso social en una democracia republicana y solidaria. Es preciso regenerar la democracia degradada que se delata en el “Vamos por todo”, proclamado por la presidenta. Es preciso cumplir con la Constitución Nacional, y reconstruir las instituciones del estado hoy cautivo de intereses particulares en una democracia prebendaria.
Son los que quieren perpetuarse en el poder, gobernar por encima del congreso adjudicándose una misión histórica que los habilita para manipular las normas y usar el estado como botín de cargos para comprar lealtades, los reaccionarios, los que perpetúan un sistema de privilegios controlado por el estado.
Nuestro sistema político tiene una tradición de gobiernos monocolor, no hay tradición de presidencialismos de coalición como los hay en Chile, Uruguay o Brasil. El fracaso más reciente de la Alianza alimenta la premonición funesta de que las coaliciones electorales duran lo que el tiempo que media hasta el triunfo y se convierte en profecía autocumplida. Para quebrar ese sino es necesario atreverse a cambiar: para provocar el retorno de los votantes desilusionados que abandonaron el partido por otras opciones y para anudar consensos interpartidarios entre las fuerzas políticas que coinciden en la defensa de los valores y las ideas que inspiran las medidas concretas de política de la UCR. Los clivajes que separan a las fuerzas políticas no se definen con banderas abstractas de derecha o de izquierda, se definen con el tipo de gobierno que se quiere, con qué estado, con qué patrón productivo, qué políticas sociales; sólo así se podrá identifican quienes son progresistas y quienes sólo tienen la retórica del progresismo.
Las elecciones parlamentarias que se avecinan responden a una lógica distinta de las presidenciales. Se trata de maximizar la fuerza institucional del partido y construir alianzas en cada distrito para lograr una franja del electorado que de competitividad al partido y permita avanzar en una tarea legislativa que gane la credibilidad en la sociedad. De cara a las elecciones presidenciales de 2015, enhebrar coaliciones electorales que sean a la vez coaliciones de gobierno creíbles tanto por los apoyos como las coincidencias que vertebran, es una responsabilidad de la UCR. Hay que ganar y hay que gobernar. Que la Alianza fracasara no significa que deba abandonarse una estrategia para construir una alternativa de poder en un mapa político fragmentado como el nuestro. Se aprende de los fracasos. Enhebrar una coalición electoral y de gobierno es una empresa pendiente. Construir un presidencialismo de coalición, también lo es. El radicalismo tiene el desafío de mostrar que puede motorizar esa estrategia. Sólo así Argentina entrará en un nuevo ciclo político en el que la creencia en que sólo el peronismo puede durar en el gobierno, será cosa del pasado. Que este encuentro sirva para definir los contenidos y el rumbo de un programa de cambio y poner de manifiesto la ambición de transformación del radicalismo. Muchas gracias.
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