viernes, 28 de junio de 2013

Sólo los pibes radicales... (sobre el Golpe a Illia en el '66)

"Doctor, las Fuerzas Armadas se han hecho cargo del gobierno. Vengo a solicitarle que abandone la Casa de Gobierno" reiteró el general Julio Alsogaray.
 
Arturo Illia redobló su desprecio con el militar con sólo no mirarlo y seguir en la suya.
 
" Usted" le dijo a Alsogaray "no representa a las Fuerzas Armadas, sólo representa a un grupo de insurrectos. Usted además es un usurpador que se vale de la fuerza de los cañones y de los soldados de la Constitución para desatar la fuerza contra la misma Constitución y la Ley. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos que, como bandidos, aparecen de madrugada"
.
Alsogaray y los coroneles que los acompañaban, Prémoli y Perlinger, comenzaron a sentirse incómodos.
 
La tensión, en un despacho presidencial con larga historia de tensiones, trepaba a niveles extremos.
 
" Doctor, con el fin de evitar violencia lo invito a dejar la Casa Rosada" señaló el general.
 
" ¿De qué violencia me habla?" respondió el presidente . "La violencia la acaban de desatar ustedes en la República. Yo he predicado en todo el país la paz entre los argentinos, he asegurado en todo el país la libertad y ustedes no han querido hacerse eco de mi prédica. El país les recriminará siempre esta usurpación y hasta dudo que sus propias conciencias puedan explicar los hechos."
 
La tensión caminaba por las paredes.
 
" ¡Te vamos a matar a vos y a tus hijos, hijo de puta!" cuentan que le gritó con vehemencia a Alsogaray la hija del presidente, Emma.
 
Lejos estaba Emma Illia de saber la suerte que correrían con los años los hijos del general. Uno de ellos, Carlos, sociólogo y miembro de Montoneros, cayó herido en Tucumán en febrero del '76. Los matarifes del general Bussi se encargaron de asesinarlo. El otro, Julio, también peronista, debió exiliarse tras el golpe del '76.
 
Emma Illia trató de acercarse al general. Los coroneles se lo impidieron. Los tres militares se retiraron.
 
Era madrugada.
 
Horas después, cansinamente, el presidente dejaría la Casa Rosada por la entrada de la calle Rivadavia. Rodeado sólo por un puñado de jóvenes radicales que se agrupaban a su alrededor y cantaban la marcha partidaria.
 
Brillaban por sus ausencia Ricardo Balbín y todo el Comité Nacional de la UCR. También los ministros.
 
Sólo los pibes recordaba, sin enojos, Illia,  ya a finales de su vida.
 
Y en la vereda de la Rosada, este hombre alto y muy canoso paró un taxi. Digno, se alejó.
 
Los pibes radicales cruzaron la Plaza de Mayo cantando el himno. Las fotos recuperan sus rostros cargados de emoción.
Amanecía aquel 28 de junio del '66.

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